SAN JOSEMARÍA

ESCRIVÁ DE BALAGUER

¿Quién fue San Josemaría Escrivá?

San Josemaría Escrivá había nacido en Barbastro (Huesca) el 9 de enero de 1902 y fue ordenado sacerdote en la archidiócesis de Zaragoza el 28 de marzo de 1925. Residiendo en Madrid, por motivos de estudio, recibió la inspiración fundacional del Opus Dei el 2 de octubre de 1928, mientras realizaba unos ejercicios espirituales en la casa central de los Padres Paules de Madrid. El Opus Dei es una institución de la Iglesia católica, una «prelatura personal» (Vid. Código de Derecho Canónico cc. 294-297) cuyos miembros -sacerdotes y laicos (casados y célibes)- se proponen difundir la llamada universal a la santidad a través de su propio trabajo profesional y en las actividades propias de la vida civil y familiar ordinaria.

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San Josemaría falleció en Roma en 1975. Sus restos reposan en la Iglesia prelaticia de Santa María de la Paz. Viale Bruno Buozzi 73 (00197 Roma, Italia). Juan Pablo II lo declaró santo el 6 de octubre de 2002, en una ceremonia de canonización que tuvo lugar en la plaza de San Pedro, ante cientos de millares de fieles de todo el mundo. En su discurso a los asistentes a la canonización, el Papa afirmó que san Josemaría:

«Fue un santo de gran humanidad. Todos los que lo trataron, de cualquier cultura o condición social, lo sintieron como un padre, entregado totalmente al servicio de los demás, porque estaba convencido de que cada alma es un tesoro maravilloso. Esta actitud de servicio es patente en su entrega al ministerio sacerdotal y en la magnanimidad con la cual impulsó tantas obras de evangelización y de promoción social en favor de las más pobres».

«Se podría decir que fue el santo de lo ordinario. En efecto, estaba convencido de que, para quien vive en una perspectiva de fe, todo ofrece ocasión de un encuentro con Dios, todo se convierte en un estímulo para la oración. La vida diaria, vista así, revela una grandeza insospechada. La santidad está realmente al alcance de todos. Este sacerdote santo enseñó que Cristo debe ser la cumbre de toda actividad humana. Su mensaje fomenta la cristianización del mundo desde dentro, mostrando que no puede haber conflicto entre la ley divina y las exigencias del genuino progreso humano. Impulsa al cristiano a actuar en los lugares donde se está forjando el futuro de la sociedad».